Por: Rosa Rosado
Empezó con el skate. A su alrededor, un tipo de moda, arte o música ha configurado lo que denominamos cultura urbana y que es, ante todo, un estilo de vida en constante movimiento.
Nació en los años 80 en las calles de Nueva York. Rebeldía, independencia, pulso al sistema, crítica y sentido del humor desinhibido.
Del punk al rap o al hip hop, la cultura de club, el “túnealo a tu manera”, el graffiti… Autenticidad y conceptos creativos conforman el entramado hasta crear una red en la que pulula gente muy diversa, pero con intereses comunes.
Steven Vogel, autor de ‘Una guía de la moda urbana’, que acaba de editarse, confiesa: «Con el libro espero devolver algo a una cultura que ha sido mi hogar y mi alma desde que me subí a una tabla de skate». Y es que esa cultura es un mundo, eso sí, cada vez más caro porque la exclusividad se paga, desde las prendas de ropa de edición limitada a los ‘toys’ de coleccionista, algunos de los cuales se han convertido ya en objetos de culto.
El sistema se apropia de la tendencia, y aunque sigue intentando poner límites, a la creatividad no hay quien la pare. El artista berlinés Boris Hoppek, el skater Juan La Torre o los artífices de la firma de moda Loreak Mendian así nos lo cuentan.
Cualquier pared urbana es un lienzo, lo es también una tabla de skate, un muñeco de trapo o un ‘toy’, a medio camino entre el juguete y la escultura. Todos estos soportes son manifestaciones de un nuevo arte que gana prestigio entre los coleccionistas. Hace unos meses apareció en la prensa la imagen de Banksy, uno de los graffiteros más loados y misteriosos, cuya identidad nunca había sido desvelada. La imagen, borrosa, tuvo una gran resonancia. El graffiti deja las calles para entrar a formar parte del mercado del arte e interesar incluso a Sotheby’s
. Boris Hoppek Graffiti y ‘bimbos’ de carne y hueso
¿El graffiti es el arte más libre? Todo arte es libre. El graffiti es ilegal o, lo que es peor, en Barcelona hay “tolerancia cero”, así que no es libre. Mirar un graffiti es gratis. Algunos te los puedes llevar a casa y venderlos después en Sotheby’s. El graffitero paga la pintura, el tiempo, las penas y la cárcel. A veces, incluso a la policía le gustaría pegar al graffitero porque ¡el graffiti es taaaaan malo!
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